"Siempre imaginé que la crónica de mi vida, si acaso alguna vez llegaba a escribirla, tendría una primera frase excelente...".
Así es como comienza Firmin, el protagonista de esta original novela, su historia. Se trata de una rata que se encuentra, ya desde el principio, rodeada de soledad: su madre es una rata alcohólica que se refugia en una librería "de viejo" para parir y Firmin es el más debilucho de la camada. Su superviviencia peligra y es por eso por lo que comienza a comer las páginas de los libros que le rodean. Después descubrírá que tiene la capacidad de leer y de entender lo que lee y así pasará a devorar todos los libros de la librería, pero esta vez figuradamente. Y no sólo leerá, sino que también irá al cine y desarrollará sus capacidades musicales.
Se convierte de esta forma en una rata erudita que lucha constantemente por comunicarse con los demás: tiene el poder de la lectura, pero ¿qué hacer para escribir, para hablar?.
En un barrio situado en Boston y amenazado por la demolición urbanística, Firmin lucha contra sus temores y sus reflexiones llenando las páginas de humor, ternura y, desafortunadamente, también de tristeza.
Llevaba bastante tiempo con ganas de leer este libro y tengo que decir que me ha encantado. Firmin es un ser entrañable; más bien un "humano" entrañable, pues él mismo es consciente de su gran diferencia con los de su especie.
En mi opinión, hay grandes momentos en la novela, como lo es el episodio con el matarratas y su conclusión sobre la corta distancia entre el amor y el odio o la tierna relación que tiene con un escritor frustrado, Jerry. Y cómo olvidar los dos momentos de novela dentro de la novela, cuando nos explica el argumento de las obras de Jerry, ambas de ciencia-ficción. Me gustaría comentarlos con detalle, pero no quisiera reventar la historia a los que la queráis leer.
Me conformaré con recomendárosla y con añadir algunas de sus frases:
- Este fragmento pertenece a la temporada en la que vive con Jerry; éste se ha encontrado un piano de juguete y se lo ha regalado a la rata... "Y sentado en la banqueta era igualito que Fred Astaire, y también cantaba como él. Sí, ya sé que esto último sólo era verdad desde cierto punto de vista, y que lo único que oía Jerry eran chillidos de rata en tono agudo. Pero, a pesar de eso, le gustaba oírme. La primera vez que toqué y canté para él se rió de tal modo que las lágrimas le corrían por las mejillas abajo. Habría preferido algo que no fueran risas, pero tampoco me importó demasiado".
- "Tendrían que enterrar los libros con sus propietarios, como hacían los egipcios, para que la gente no pudiera poner sus manazas en ellos, luego; para que los muertos tuvieran algo que leer en su largo recorrido de la eternidad".