"La tristeza se ha instalado en lo más hondo de él sin pedirle permiso. Allí se siente a sus anchas. Por mucho que él intente distraerse, no sirve de nada, la tristeza está ahí, agazapada en un rincón, preparada para resurgir a la mínima que se relaje. Es como el humo en una casa en llamas: abres una puerta, y el humo se precipita por ahí, se cuela por todas las rendijas, hace que te piquen los ojos y no te deja respirar. ¿A qué bomberos hay que llamar para esa clase de incendio?"
Echando un vistazo en la librería me topé con este libro que captó rápidamente mi atención. En la sinopsis decía que la protagonista tenía un niño de tres años y mencionaban la palabra optimismo. Ambas cosas me atrajeron, sobre todo porque mi hijo tiene esa edad.
La lectura empezó bien: una historia bonita, tierna... Hasta que, de pronto, todo cambió. Debería haber sospechado que la historia necesitaba el conflicto, que si se resolvía el problema en las primeras páginas, era porque había otro esperando... Y, cuando me percaté, ya era demasiado tarde: ya había empezado a llorar. Porque la historia me ha dado de lleno y porque, además, soy de lágrima fácil... ¡Qué le vamos a hacer!
Dicho esto, debo admitir que me ha encantado; que es una lectura ágil y llena de emociones y, tal y como rezaba la portada, un canto a la esperanza y al optimismo.
"Hace tiempo que Julie entendió que a veces hay que soltar las riendas y dejar que la tristeza se marche al galope. Al final siempre acaba por cansarse y vuelve a avanzar al paso. Hoy la pena es un caballo desbocado, pero Julie supone, Julie espera, que algún día se cansará de galopar."
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Reto Mujeres laudeadas: Premio de los libreros franceses "Prix Maison de la Presse 2013"