martes, 26 de agosto de 2008

Ensayo sobre la ceguera, José Saramago

Es el primer libro que leo de Saramago. Sí, ya sé que he tardado en hacerlo, pero es mejor tarde que nunca.

Me lo recomendaron hace ya bastantes años, pero ha sido este verano cuando por fin me he decidido. Creo que el hecho de que haya sido uno de mis regalos del Día del Libro de este año ha influido bastante.

Para ser sincera, me costó un poco entrar en la prosa de Saramago, en parte debido a la ausencia de delimitaciones en los diálogos, pero sólo fue cuestión de seguir leyendo y leyendo... Ahora, una vez finalizado, estoy encantada.

Ya no es sólo el tema, de por sí interesante, sino la manera que tiene el autor de hacerte partícipe de los sentimientos de los personajes (anónimos, por cierto, todos ellos, puesto que sólo se les menciona mediante elementos descriptivos como "la mujer del médico", "la chica de las gafas oscuras", "el niño estrábico"...) así como de la atmósfera agobiante del manicomio en el que pasan la cuarentena.
En mi opinión, uno de los fragmentos claves se encuentra casi al final, cuando el médico y su mujer entran en una iglesia donde todas las esculturas de los santos tienen los ojos tapados excepto una: "sólo había una mujer que no tenía los ojos tapados porque los llevaba arrancados en una bandeja de plata". Es la imagen de Santa Lucía, pero también de la mujer del médico, que es la única que puede ver en ese mundo de ciegos y que pone sus ojos, en bandeja de plata, al servicio de sus compañeros de grupo. Una hazaña, en resumen, épica.

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